diumenge, 29 de desembre del 2019

Rebeliones insensatas

Recientemente, hemos asistido al estreno de dos películas que, al margen de sus valores cinematográficos, tienen un interés sociológico importante. Se trata de "Joker", de Todd Phillips, y "Los miserables", de Lajd Ly, dos obras procedentes de geografías diferentes -americana, la primera; francesa, la segunda- pero con puntos en común aunque con matices que las singularizan. 


Ambos films nos hablan de situaciones extremas -o quizás no tanto-, de personas habitando los márgenes de la "sociedad del espectáculo" (según Guy Debord). Se trata de unos escenarios de cartón piedra, como el de los poblados del Oeste de los spaghetti western, en los que, tras las fachadas glamourosas, de neones y escaparates, se esconden la vacuidad del espacio y la futilidad de unos bastidores que sostienen, sin embargo, el conjunto. 




Las películas referidas hablan de la sordidez de unas vidas abocadas a la supervivencia más elemental. En "Joker", un voluntarioso aprendiz de payaso, humillado reiteradamente por aquellos que han ascendido al Olimpo del mundo del espectáculo, intenta, sin éxito, hacerse un hueco ese ámbito. En "Los miserables", se nos muestra una situación bien diferente, gente que intenta sobreponerse a los mandatos del destino, a los determinismos sociales, unos buscando medrar de alguna manera -trapicheos, contrabando, pequeños hurtos-, otros, asumiendo el rol de vigilantes del orden establecido, pero con existencias tan"miserables" como las de los vigilados.

Ambas situaciones representan el fundamento del status quo vigente. La sociedad de la opulencia no se sostiene sin la mugre que hay bajo la epidermis. Los brillos y fastos de la "sociedad del espectáculo" exigen la miseria y explotación de muchos. Sin embargo, en ambos films se nos advierte de las consecuencias de tensar la cuerda hasta el extremo, del hartazgo potencial de unas clases sociales, normalmente domesticadas por un consumo indiscriminado, cegadas por los destellos de los fuegos artificiales. La capa de piel resulta demasiado fina y en cualquier momento las heridas abiertas pueden acabar en una hemorragia fatal.

En el caso de "Joker", una rebeldía individual que, sin embargo, inspira a muchos y acaba en un caos indiscriminado y sin rumbo, de consecuencias seguramente fatales e indeseadas. En el de "Los miserables", la rebeldía es colectiva, con un sentido, aunque equivocando el objetivo, orientada hacia los escalafones más bajos del sistema, pero dejando las estructuras de poder intactas, como nos ha enseñado la historia reciente. 

Sin embargo, estas diferencias dicen mucho de las sociedades americana y francesa. En la primera prima el individuo como agente social y la revuelta final no es sino una suma de individualidades que se diluirá a las primeras de cambio. Así, asistimos reiteradamente a noticias procedentes de aquel país que nos hablan de atentados protagonizados por individuos aislados o por grupos marginales. 

En la sociedad francesa, por el contrario, se nos presenta la acción de grupos constituidos como agentes colectivos, pero que sin programa ni guion, acaban en estallidos coyunturales -como el reciente de les gillets jaunes o los ocurridos periódicamente en las banlieues- sin mayor trascendencia y dejando incólumes las estructuras del sistema.

Se trata, por tanto, de dos películas que nos advierten por un lado de la sustancial maldad del sistema y, por otro, de los riesgos de una acción desnortada, emocional, inspirada por la venganza y de resultados inciertos cuando no contraproducentes. 

Solo la acción coordinada, pensada, dirigida hacia un objetivo de emancipación colectiva puede tener alguna oportunidad de modificar o darle la vuelta al sistema. Pero esto es otro cantar y por ahora no hay películas que lo planteen.