diumenge, 17 de juliol del 2016

El enfermo de Europa, de nuevo

Nuestros amigos turcos han padecido recientemente el azote del terrorismo (los atentados en el aeropuerto de Estambul), el drama de los refugiados procedentes de Siria y, ahora, el último episodio de violencia, un "golpe de estado" de origen incierto y desarrollo confuso. El saldo es cercano a los 300 muertos y otros tantos heridos. En estos casos, no está de más comparar con realidades que nos resultan más cercanas para darnos cuentas de la dimensión de la tragedia. En España padecimos en 1981 un golpe de estado incruento y que, sin embargo, hizo correr ríos de tinta y marcó a toda una generación. El ataque terrorista más sangriento padecido en nuestro país, en 2004, causó 192 fallecidos. Las cifras son contundentes.

Pero esto no es algo nuevo en Turquía. Desde el advenimiento del nuevo estado turco, en 1923, se han sucedido distintos episodios relacionados con golpes de estado de los militares, hasta el punto de poder hablar de Turquía como de una "democracia tutelada". Pese a ello, se produjo una modernización del país, entendida como una occidentalización -alfabeto, prohibición de las manifestaciones religiosas en público, administración, infraestructuras, reformas económicas- y algunos aspectos del país, hoy, son homologables a los de Europa, como el turismo, por ejemplo, o un ejército integrado en la OTAN. 

Esa modernización tuvo consecuencias de gran calado en nuestro país. Así, por ejemplo, las del turismo, para acabar con la mentalidad de campanario que imperaba por doquier. Consecuencias que presumíamos irreversibles, que habían modificado para siempre la manera de vivir de la gente. Y creíamos que así debía ocurrir en circunstancias semejantes. Pues bien, desde hace unos años, las elecciones vienen dando el gobierno al partido islamista que lidera Erdogan, el AKP, Partido de la Justicia y el Desarrollo. Recordemos que una de las primeras medidas que adoptó fue la de acabar con la prohibición del velo islámico en los edificios públicos y en la Universidad, un gesto simbólico de largo alcance, ya que anunciaba la deriva proislamista de su gobierno.

En mis visitas a Turquía he podido conocer un país cosmopolita en muchos aspectos, sobre todo en Estambul, en Ankara y en algunas zonas turísticas. He tenido también la oportunidad de conocer a personas orgullosas de su país y de los logros conseguidos por el estado nacionalista. Algunos de ellos, veneraban la figura de Mustafá Kemal "Atatürk", otros lo respetaban sin más. También he podido conocer a algunas personas abiertamente contrarias -beligerantes incluso- a la revitalización del islamismo en los últimos tiempos, sobre todo desde la llegada del AKP al gobierno, en 2002. Un país de contrastes: cosmopolitismo-tradición, urbano-rural, islamismo-laicismo...

Todos los demócratas saludan el fracaso del golpe de estado, pero solo unos pocos advierten que en las movilizaciones de los partidoarios de Erdogan se vivieron escenas muy parecidas a las del estado islámico con decapitamiento incluido, que el mandatario envió un mensaje a todos los móviles del país (?), que ha detenido o tiene en busca y captura a miles de jueces y militares, que amenaza con implantar la pena de muerte, que ha saludado el golpe de estado como "una bendición de Alá". 

Los medios de comunicación españoles resultan extremadamente parcos y simples en sus análisis. Tendremos que esperar a nuevas reflexiones o acudir a fuentes alternativas para conocer las entretelas de lo acontecido. Si nuestro golpe de estado de opereta -con el tiempo, y visto lo visto, así suena- suscitó tantas preguntas y dudas, qué cabrá esperar de este otro tan dramático y de tan funestas consecuencias. El enfermo de Europa, de nuevo.