diumenge, 15 de novembre del 2015

De aquellos barros, estos lodos

Ante los execrables atentados de París es humano dejarse llevarse por la indignación, pero puede cometerse la imprudencia e injusticia de culpar a todo un colectivo por la acción de unos pocos. Aprovechando este estado de suspensión del juicio, como ha demostrado Naomi Klein en "La doctrina del shock", los partidos y caudillos de la ultraderecha xenófoba esperan obtener réditos y captar voluntades para propagar y aplicar sus programas. Véase la rápida respuesta de Marine Le Pen o  de nuestro inefable ministro del interior.


Si queremos buscar una respuesta adecuada al crimen cometido, tendríamos que detenernos, reflexionar e intentar comprender -que no justificar- qué es lo que nos ha llevado a esta situación. En este sentido, conviene hacer un ejercicio de memoria -o de historia, para los más jóvenes- que nos retrotraiga varias décadas en el tiempo.

Ya en la década de los 50, Nasser instauró en Egipto un gobierno de inspiración socialista, panarabista, laico, ajeno a la división de la comunidad internacional en dos bandos en el marco de la Guerra Fría y que tuvo el atrevimiento de nacionalizar el canal de Suez provocando la respuesta armada de Gran Bretaña y Francia. En las décadas siguientes, el conflicto entre palestinos e israelíes supuso el exilio a miles de palestinos y la creación de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) un movimiento de inspiración socialista y laico que fue rápidamente tachado de terrorista y condenado al ostracismo por la comunidad internacional proisraelí. Se alentó además el surgimiento de una oposición interna con el objetivo de socavar el fuerte apoyo con que contaba Yasser Arafat y así nació Hamás. En los 80, la Unión Soviética invadió Afganistán y Estados Unidos animó y financió a los señores de la guerra afganos, entre ellos, a los talibanes. 

Mientras tanto, el discurso oficial vendía las bondades de la democracia. Pero cuando en 1991 el Frente Islámico de Salvación (FIS) ganó las elecciones en Argelia, el Ejército impidió que se constituyese el gobierno, bajo la mirada indiferente y la acción cómplice de las democracias occidentales. Aquella hipocresía acabó provocando la aparición y desarrollo del terrorismo islámico más sangriento y salvaje, el de los Grupos Islámicos Armados (GIA), que inició las atrocidades que, lamentablemente, se han hecho habituales. Poco antes, Estados Unidos, armó y financió a un Sadam Hussein para librar una cruenta guerra durante ocho largos años contra los demonizados iraníes que habían tenido la osadía de deponer el régimen corrupto del Sha y de ocupar la embajada americana en la llamada "crisis de los rehenes". 

En este punto, cabe recordar que Sadam Hussein en Irak y Hafez el Assad en Siria eran ambos los líderes del Baaz respectivo, formaciones políticas panarabistas pero laicas, un movimiento al que cabría sumar al líder libio Muammar El Gadaffi, el amigo de Berlusconi y de Aznar, no lo olvidemos. Todos ellos, regímenes nada ejemplares, corruptos y totalitarios, sí, pero que supieron mantener la religión dentro de la esfera privada. En ese juego peligroso de la diplomacia subterránea, en el que el enemigo de mi enemigo se convierte en mi aliado, se alimentaron oposiciones internas sin las garantías de un recambio ordenado. Esta manera de proceder ha conducido sistemáticamente a la aparición de estados fallidos, como ha ocurrido en el Cuerno de África, en Afganistán, en Irak y como puede suceder ahora en Siria, Libia, Egipto... Una auténtica bomba de relojería.

No olvidemos, además, que Francia -y no solo Francia- ha estado bombardeando las posiciones islamistas en Siria. ¿Alguien esperaba que esto nos iba a salir gratis? Como respondía un político británico a la pregunta de qué habría que hacer con los estados árabes e islámicos, tal vez haya que dejarlos en paz de una puñetera vez y dejar de jugar al Risk en el despacho oval o en el Elíseo. 
Y tampoco olvidemos que las principales víctimas del terror islamista son los musulmanes moderados, los dos millones de refugiados sirios en Turquía, el millón y pico en Líbano, unos pocos menos en Jordania y otros cinco millones de exiliados interiores. 
Dicho esto, je suis Paris... y Chad, y Nigeria y Siria y...