La profesora Cortina establece un nexo clarísimo y rotundo entre ética y política: “La ética sin proyección pública queda en escapismo, y la política sin ética es ilegítima”. Además, reivindica un espacio para la libertad frente al determinismo conductista del gen egoísta. La fórmula es de sobra conocida, por antigua y por repetida, “exigir derechos, cumplir obligaciones”, a la que añade un tercer pie, el de “practicar la solidaridad” porque “si no hay compasión, si los demás no nos importan ni forman parte de nuestro proyecto de vida feliz, las cosas no tiene arreglo”.
Todo ello nos invita a comprometernos con nuestros
semejantes, no sólo con nuestros vecinos parientes y allegados, sino con todos
los ciudadanos, y ello pasa por asumir responsabilidades, por tomar decisiones,
sabedores de que esas mismas decisiones tienen consecuencias sobre la vida de
los otros. Ya no basta con indignarse ante las masacres israelíes o fundamentalistas,
apretando un Like en facebook o firmando una petición en change.org. Se trata
de armarse de argumentos éticos –estos es, justos, fraternos- y con ellos salir a la calle o actuar diariamente
en los despachos, en las aulas, en las fábricas…
Todos conocemos de qué personas hablamos, de aquellas que
algunos poetas dijeron que eran “los imprescindibles”. Pero, ojo, no se trata
de héroes al uso –o sí-, son nuestros vecinos, que un día decidieron actuar con
honestidad y coherencia y la aplicaron a
casi todos los aspectos de su vida.