diumenge, 1 de juny del 2014

Factores de inestabilidad en las democracias modernas


A la luz de la presente crisis económica y de los convulsos resultados de las elecciones europeas, conviene reflexionar sobre los factores posibles de inestabilidad que amenazan alas democracias occidentales. Veamos antes una breve consideración al respecto de Lipset, S.M.

“No hay por qué prever una correlación demasiado alta entre aspectos de la estructura social como renta, educación, religión, por una parte, y democracia por la otra, ni siquiera sobre bases teóricas, porque, en la medida en que el subsistema político de la sociedad actúa autónomamente, una forma política particular puede persistir en condiciones normalmente adveras para el surgimiento de esa forma. O puede desarrollarse una forma política determinada debido a un síndrome de factores históricos prácticamente únicos, aunque características sociales importantes favorezcan otra forma. Alemania es un ejemplo de una nación en la que todos los cambios estructurales (industrialización, urbanización, riqueza e instrucción crecientes) favorecían la instauración de un sistema democrático, pero en la que una serie de acontecimientos históricos adversos impidió que la democracia se asegurase la legitimidad en la opinión de varios sectores importantes de la sociedad, con lo que la capacidad de la democracia alemana para soportar las crisis se debilitó” (Lipset, S. M. 1959. “Some Social Requisits of Democracy: Economic Development and Political Legitimacy”, American Political Science Review. 53, pp. 69-105).

Si hacemos caso a la opinión del autor, concluiremos que no hay una relación necesaria entre democracia, economía de mercado y estructura social más o menos igualitaria. Factores diversos y coyunturas históricas determinadas pueden subvertir esta pretendida conjunción estructural. 

Pero, ¿existe, ciertamente, esta relación íntima entre los distintos subsistemas como, a pesar de todo, parece sugerir la cita? Recurramos a la historia para confrontar los hechos: la democracia griega desde luego no se sustentaba en una economía de mercado según la entendemos hoy, más aún, la base económica de aquella sociedad era el esclavismo y el expolio de los enemigos. . República de Weimar, años 20, como apunta el autor. Segunda República Española, 1931-1939, con una guerra de por medio. Régimen de Pinochet, alumno aventajado de la Escuela de Chicago, esto es, mercado desregularizado y dictadura. China, hoy, capitalismo de Estado… 

Esa conjunción ideal acontece en un momento determinado, el período inmediatamente posterior a la Segunda Guerra Mundial, con dos modelos económicos y políticos opuestos, disputando entre ellos una Guerra Fría, y en ese contexto, en Occidente, se desarrolla una economía de mercado regulada, que dio a luz un Estado del Bienestar fundamentado en unos derechos sociales extendidos al conjunto de la población y en una democracia que legitimaba el conjunto del sistema. Se trataba de evitar veleidades revolucionarias y para eso se buscaba el apoyo de amplios sectores de la sociedad, a través de una política de redistribución más equitativa.

Pero, retomando el concepto de democracia teorizado por R. Dahl y reformulándolo, observamos que, en efecto, la sociedad se compone de grupos sociales diversos y con intereses contrapuestos que, necesariamente, han de entrar en conflicto. Cuando los grupos sociales dominantes –llámense élites, “la casta” o las clases burguesas- no tienen freno alguno, como ocurrió en Occidente tras la caída del régimen soviético y la consiguiente desarticulación del discurso alternativo, no dudan en sacudirse cualquier apariencia de justicia social y desmantelar no solo el Estado del Bienestar sino también el Estado de Derecho. Es más, si presumen una amenaza más contundente, entonces tampoco dudan en sacudirse cualquier veleidad legitimista, Pasó en España 1936, en Alemania 1923, en Argelia 1991…

En conclusión, queda claro, a mi modo de ver, que la democracia no es desde luego una consecuencia necesaria de la economía de mercado, como cierta propaganda nos ha pretendido vender. La democracia es per se y en el medio plazo, inestable. Sólo en determinadas circunstancias –bonanza económica, tradición cívica, igualdad de derechos y condiciones de vida- se produce la deseada alineación de los astros .