diumenge, 5 de maig del 2013

La caza

La caza es una película de Thomas Vinterberg que narra las vicisitudes de un maestro de educación infantil a partir del momento en que una de las alumnas le acusa de haberla vejado sexualmente (obviamente, la niña no usa este vocabulario). Desde ese mismo instante, toda la vida se desmorona, como un castillo de arena azotado por la lluvia. Los que antes eran tus amigos y vecinos dejan de serlo. Incluso aquellos que no acaban de creerse del todo los hechos que se cuentan se abstienen de confraternizar con el sospechoso. La presión del entorno es tal que resulta más fácil acomodarse a la mayoría para no ser objeto de sospecha que alinearse al lado del amigo hasta que no sea demostrada su culpabilidad.  

La película tiene trampa, a mi modo de ver. Sí es cierto que hay gente dispuesta a dar pábulo un tanto a la ligera a las palabras inconexas de una niña. Los hay también que condicionan sus respuestas a fuerza de insistencia y de preguntas capciosas. También es cierto que entre los docentes hay conductas que no proceden, no necesariamente delictivas. No es cierto, sin embargo, que la sospecha sea suficiente motivo para iniciar un proceso de denuncia y persecución del presunto abusador. No al menos con la ligereza que se lleva a cabo en la película; la actitud de la directora y del inspector son impensables hoy aquí. Lo más frecuente es que intente evitarse el escándalo, o minimizarlo, por el bien de la víctima, por el de la institución y por el hecho de vivir en un sistema que garantiza la presunción de inocencia en tanto no se demuestre lo contrario. Eso no quita para que la investigación se lleve a cabo y, llegado el caso, que la sanción sea establecida. En cualquier caso, las consecuencias de una situación semejante son sumamente graves. Si es cierto, la víctima es la niña, con los con siguientes traumas que pueda causarle. Pero si no, el acusado injustamente quedará marcado para toda su vida.

Un aspecto a analizar es el papel que hombres y mujeres juegan en el film (y presumiblemente en la realidad). Las mujeres aparecen como las principales instigadoras de la acusación, quizá porque son más sensibles a los hechos que se relatan, quizá porque estando más tiempo con los niños tienen acceso a ese tipo de información. Los hombres, por contra, son los que actúan a rebufo de la situación, instigados por ellas, y los que protagonizan los actos de violencia. 

Otro dato importante: el lugar que el acusado ocupe en la comunidad será también un condicionante importante. Si se trata de alguien perfectamente integrado y con lazos fuertes, tenderá a salir indemne de la situación, amparado por la tribu. Si el acusador, además, es ajeno a la comunidad local que controla el poder, su denuncia tiene pocos visos de ser tenida en cuenta y, aún más, puede acabar volviéndose en su contra, con manifestaciones de menosprecio o abiertamente xenófobas.

Pero lo que narra el film no es algo singular. Situaciones parecidas hemos vivido en un entorno cercano, algunas con gran alarde de medios de comunicación y de policía. Aunque la denuncia no haya acabado de sustanciarse o abiertamente se haya demostrado el fundamento nulo de la acusación, la sombra de la duda quedará ahí para siempre.