dissabte, 29 de desembre del 2012

La vida de Pi


¿Puede una estupidez ser bella? Esta pregunta viene a colación de la última película de Ang Lee, « La vida de Pi ». Se trata de un relato visualmente hermoso, contado de una forma seductora, utilizado para contar una historia ideológicamente interesada. Pi, el protagonista de origen indio, cuenta la historia de su vida a su interlocutor -un escritor sin ideas que anda buscando una historia-, desde su infancia hasta el momento en el que acaba el episodio que ha marcado su vida para siempre. Su nacimiento, infancia y primera juventud en la India, el porqué de su nombre, el zoo de la familia y la decisión del padre de trasladar a ambos, al negocio y a la familia, a Canadá para asegurar el futuro de sus hijos. En el trayecto por mar, a bordo de un carguero japonés, se produce un naufragio del que sólo sobreviven Pi y Richard Parker, un tigre de Bengala. La relación entre ambos en alta mar constituye el meollo de la película. Finalmente, Pi será rescatado y el tigre desaparecerá en la selva.

Cuando los representantes de la compañía japonesa aseguradora del barco quieren averiguar la causa del naufragio, exigen a Pi un relato alternativo al que ha ocupado la mayor parte del metraje de la película, un relato verosímil que pueda justificar un informe pericial. Pi satisface su demanda y les ofrece una historia sucinta que resuelve en cinco minutos, en un único plano en la habitación del hospital y sin ningún alarde visual ni narrativo, no exenta de crueldad e interés, pero que se mueve dentro de los parámetros al uso, vamos, lo que uno espera de una historia de náufragos. Al acabar, pregunta a su interlocutor  cuál de los dos relatos le gusta más, a lo que el escritor responde que el primero. « Lo mismo ocurre con Dios » o algo así, le contesta Pi. Esto es, el mundo, la vida, el universo, pueden ser narrados -interpretados- de formas alternativas, pero algunas son más hermosas que otras. A esto se reduce la opción vital por las religiones. Lo dicho, una estupidez supina, eso sí, hermosísima.