dijous, 27 d’octubre del 2011

Anoche soñé que volvía a Manderley...



Siempre he creído que el comienzo de las películas merecerían un capítulo aparte en los manuales de cine. Es ahí, en esos primeros minutos, donde se atrapa el alma del espectador. Es el momento de mayor excitación. En él se concentran todas nuestras expectativas, más o menos frustradas a lo largo de la película. Un momento mágico, cuando te acomodas en la butaca, te arrebujas en el abrigo, se apagan las luces –sobre todo, si son de ésas que pierden intensidad gradualmente- y te dispones a soñar.

En este apartado -y en otros tantos-, Hitchcock es sin duda un maestro. Sus títulos de crédito reclaman una tesis doctoral. He elegido para realizar este ejercicio la secuencia inicial de Rebecca. En ella, hay tres elementos a tener en cuenta: las imágenes, la banda sonora y el texto literario. Todos estos aspectos se hallan conjugados perfectamente –lejos de las teorías contrapuntísticas de Eisenstein, por cierto- y se refuerzan los unos a los otros a fin de crear una atmósfera de encantamiento, de ensueño. No se trata de grandes alardes, en ningún sentido. No hay grandes movimientos de cámara, ni recursos sonoros efectistas, pero todo el conjunto rezuma una poética que recrea los temas más conspicuos del romanticismo: la niebla –casi un sudario-, el claro de la luna, el jardín tortuoso, las ruinas invadidas por la maleza…

En esta secuencia el protagonismo es de la voz en off. Se trata de una voz de mujer, suave y melodiosa, que se demora, golosa, en la evocación de un pasado... « extraño », dice. Por su parte, la traducción no traiciona esta voz. Tanto en la versión original como en la española, ambas voces tienen un tono y cadencia similares. Las imágenes ilustran lo que la voz enuncia, recreándolo, subrayándolo. No ofrece información nueva o complementaria. La cámara se mueve con la misma cadencia con la que la voz desgrana las palabras.

Particularmente, además de las palabras del principio que titulan este artículo, hay dos escenas que me han llamado fuertemente la atención. En la primera, la cámara se aproxima a la verja en un travelling elevado y la atraviesa, anticipando un movimiento similar al que Orson Welles utilizaría en Ciudadano Kane, un año después, también en la secuencia inicial, en el que la cámara entraba en la habitación del viejo moribundo a través de los ventanales. En la otra escena, al final de la secuencia, un travelling ascendente hacia una ventana oscura acaba con un fundido en negro que se abre sobre las olas azotando el acantilado.

Tanto en esta escena como en la inicial de la secuencia -Anoche soñé...-, el sonido se adelanta por milésimas de segundo a las imágenes. La voz en off y el fragor del oleaje empiezan a oírse antes de que el fundido en negro dé paso a las imágenes de la nueva escena. Crea un efecto muy particular : si el fundido en negro pone fin a una secuencia, la anticipación sonora enlaza con la siguiente, además, en ambos casos, con una fuerza tal -la de las palabras y la del mar- que resultan sobrecogedoras.

A fin de entender mejor el paralelismo entre los elementos referidos los presentaré en una tabla.

TEXTO LITERARIO
EFECTOS DE SONIDO Y LUCES
IMAGEN Y CÁMARA

Voz en off


Anoche soñé que volvía a Manderley.
Me encontraba ante la verja
pero no podía entrar
porque el camino estaba cerrado.
Entonces, como todos los que sueñan,
me sentí poseída
de un poder sobrenatural
y atravesé como un espíritu
la barrera que se alzaba ante mí.
El camino iba serpenteando,
retorcido y tortuoso, como siempre
Pero a medida que avanzaba
me di cuenta del cambio
que se había operado.
La naturaleza había vuelto
a lo que fue suyo
y poco a poco se había posesionado
del camino con sus tenaces dedos.
El pobre hilillo que había sido
nuestro camino, avanzaba.
Y finalmente, allí estaba Manderley.
Manderley, reservado y silencioso.
El tiempo no había podido desfigurar la perfecta simetría de sus muros.
La luz de la luna
puede jugar con la imaginación
De pronto,
me pareció ver luz en las ventanas.
Pero una nube cubrió de repente la luna
y se detuvo un instante como una mano sombría escondiendo un rostro
La ilusión se fue con ella
y las luces de las ventanas
se extinguieron.
Veía un caserón desolado,
sin que el menor murmullo del pasado
rozara sus imponentes muros.
Nunca podremos volver a Manderley.
Esto es seguro.
Pero algunas veces
en mis sueños vuelvo allí.
A los extraños días de mi vida
que para mí empezaron
en el sur de Francia.
Orquestación

Melodía suave con especial protagonismo del arpa, oboe y fagot.



Durante toda la secuencia, la iluminación, muy contrastada, juega con la luz de la luna iluminando el camino, los jirones de niebla y las ventanas, y las sombras de los árboles, de los muros y de las nubes que ocultan parcialmente la luz de la luna.

Los árboles y la vegetación que circundan el camino son siluetas en negro.







El caserón es un fondo en negro del que se advierten el perfil de los tejados y los grandes ventanales, iluminados, por momentos, por la luz de la luna.

















Sube el volumen de la melodía entremezclado con el fragor del oleaje.
Títulos de crédito
Fundido en negro
Luna velada por una nube
Fundido encadenado
Travelling lento de aproximación hacia la verja.





Continúa el travelling y la cámara atraviesa la verja cerrada.



Continúa el travelling de la cámara serpenteando en un ligero picado siguiendo el trazado del camino



Niebla espesa. Casi un fundido en blanco
Travelling rápido y corto y…
la cámara cambia el ángulo hacia arriba. Contrapicado con el caserón en ruinas al fondo. La cámara se detiene. Plano general fijo.
Retoma del travelling de aproximación









...y cuando llega a la altura de los muros, travelling lateral y grúa ascendente hasta el vano de una ventana.

Fundido en negro
Fuerte oleaje estrellándose contra los acantilados