Siempre he creído que el
comienzo de las películas merecerían un capítulo aparte en los
manuales de cine. Es ahí, en esos primeros minutos, donde se atrapa
el alma del espectador. Es el momento de mayor excitación. En él
se concentran todas nuestras expectativas, más o menos frustradas a
lo largo de la película. Un momento mágico, cuando te acomodas en
la butaca, te arrebujas en el abrigo, se apagan las luces –sobre
todo, si son de ésas que pierden intensidad gradualmente- y te
dispones a soñar.
En este apartado -y en
otros tantos-, Hitchcock es sin duda un maestro. Sus títulos de
crédito reclaman una tesis doctoral. He elegido para realizar este
ejercicio la secuencia inicial de Rebecca. En ella, hay tres
elementos a tener en cuenta: las imágenes, la banda sonora y el
texto literario. Todos estos aspectos se hallan conjugados
perfectamente –lejos de las teorías contrapuntísticas de
Eisenstein, por cierto- y se refuerzan los unos a los otros a fin de
crear una atmósfera de encantamiento, de ensueño. No se trata de
grandes alardes, en ningún sentido. No hay grandes movimientos de
cámara, ni recursos sonoros efectistas, pero todo el conjunto rezuma
una poética que recrea los temas más conspicuos del romanticismo:
la niebla –casi un sudario-, el claro de la luna, el jardín
tortuoso, las ruinas invadidas por la maleza…
En esta secuencia el
protagonismo es de la voz en off. Se trata de una voz de
mujer, suave y melodiosa, que se demora, golosa, en la evocación de
un pasado... « extraño », dice. Por su parte, la
traducción no traiciona esta voz. Tanto en la versión original como
en la española, ambas voces tienen un tono y cadencia similares. Las
imágenes ilustran lo que la voz enuncia, recreándolo, subrayándolo.
No ofrece información nueva o complementaria. La cámara se mueve
con la misma cadencia con la que la voz desgrana las palabras.
Particularmente, además
de las palabras del principio que titulan este artículo, hay dos
escenas que me han llamado fuertemente la atención. En la primera,
la cámara se aproxima a la verja en un travelling elevado y la
atraviesa, anticipando un movimiento similar al que Orson Welles
utilizaría en Ciudadano Kane, un año después, también en
la secuencia inicial, en el que la cámara entraba en la habitación
del viejo moribundo a través de los ventanales. En la otra escena,
al final de la secuencia, un travelling ascendente hacia una ventana
oscura acaba con un fundido en negro que se abre sobre las olas
azotando el acantilado.
Tanto en esta escena como
en la inicial de la secuencia -Anoche soñé...-, el sonido se
adelanta por milésimas de segundo a las imágenes. La voz en off
y el fragor del oleaje empiezan a oírse antes de que el fundido en
negro dé paso a las imágenes de la nueva escena. Crea un efecto muy
particular : si el fundido en negro pone fin a una secuencia, la
anticipación sonora enlaza con la siguiente, además, en ambos
casos, con una fuerza tal -la de las palabras y la del mar- que
resultan sobrecogedoras.
A fin de entender mejor
el paralelismo entre los elementos referidos los presentaré en una
tabla.
TEXTO
LITERARIO
|
EFECTOS DE
SONIDO Y LUCES
|
IMAGEN
Y CÁMARA
|
Voz
en off
Anoche
soñé que volvía a Manderley.
Me
encontraba ante la verja
pero
no podía entrar
porque
el camino estaba cerrado.
Entonces,
como todos los que sueñan,
me
sentí poseída
de
un poder sobrenatural
y
atravesé como un espíritu
la
barrera que se alzaba ante mí.
El
camino iba serpenteando,
retorcido
y tortuoso, como siempre
Pero
a medida que avanzaba
me
di cuenta del cambio
que
se había operado.
La
naturaleza había vuelto
a
lo que fue suyo
y
poco a poco se había posesionado
del
camino con sus tenaces dedos.
El
pobre hilillo que había sido
nuestro
camino, avanzaba.
Y
finalmente, allí estaba Manderley.
Manderley,
reservado y silencioso.
El
tiempo no había podido desfigurar la perfecta simetría de sus
muros.
La
luz de la luna
puede
jugar con la imaginación
De
pronto,
me
pareció ver luz en las ventanas.
Pero
una nube cubrió de repente la luna
y
se detuvo un instante como una mano sombría escondiendo un rostro
La
ilusión se fue con ella
y
las luces de las ventanas
se
extinguieron.
Veía
un caserón desolado,
sin
que el menor murmullo del pasado
rozara
sus imponentes muros.
Nunca
podremos volver a Manderley.
Esto
es seguro.
Pero
algunas veces
en
mis sueños vuelvo allí.
A
los extraños días de mi vida
que
para mí empezaron
en el
sur de Francia.
|
Orquestación
Melodía
suave con especial protagonismo del arpa, oboe y fagot.
Durante
toda la secuencia, la iluminación, muy contrastada, juega con la
luz de la luna iluminando el camino, los jirones de niebla y las
ventanas, y las sombras de los árboles, de los muros y de las
nubes que ocultan parcialmente la luz de la luna.
Los
árboles y la vegetación que circundan el camino son siluetas en
negro.
El
caserón es un fondo en negro del que se advierten el perfil de
los tejados y los grandes ventanales, iluminados, por momentos,
por la luz de la luna.
Sube el
volumen de la melodía entremezclado con el fragor del oleaje.
|
Títulos
de crédito
Fundido
en negro
Luna
velada por una nube
Fundido
encadenado
Travelling
lento de
aproximación hacia la verja.
Continúa
el travelling y la
cámara atraviesa la verja cerrada.
Continúa
el travelling de la
cámara serpenteando en un ligero picado
siguiendo el trazado del camino
Niebla
espesa. Casi un
fundido en blanco
Travelling
rápido y corto y…
la
cámara cambia el ángulo hacia arriba. Contrapicado
con el caserón en ruinas al fondo. La
cámara se detiene. Plano general fijo.
Retoma
del travelling de aproximación…
...y cuando llega a la altura de los muros, travelling lateral y grúa ascendente hasta el vano de una ventana.
Fundido
en negro
Fuerte oleaje
estrellándose contra los acantilados
|