divendres, 28 d’octubre del 2011

El sonido de La lengua de las mariposas



La película pretende contar unos hechos en el marco de la guerra civil española. Y lo pretende desde la más estricta objetividad, sin juzgar a los personajes. Para ello adopta un tono neutro, de vocación realista, que confiera veracidad a lo que se ve en las imágenes. En lo tocante a la banda sonora, esta búsqueda de realismo se traduce en el uso naturalista del sonido. Los ruidos que se oyen son los que efectivamente se oírian en la realidad: puertas que se cierran, objetos que caen al suelo, cacharros que entrechocan, el viento entre las ramas, el correr del agua, los ruidos del campo… 

Los diálogos tienen igualmente este mismo carácter. En algunos casos, contextualizan la acción (en el bar, mientras escuchan la radio, por ejemplo). En otros, caracterizan a un personaje, como ocurre con todos los protagonizados por el maestro. Aún los hay que resultan absolutamente banales para el desarrollo de la trama. Simplemente contribuyen a reforzar esa sensación de realidad. El silencio ocupa también su sitio, el que corresponde al momento en el que los personajes se encuentran solos, en la habitación, en el bosque… Nunca es, sin embargo, un silencio absoluto. Pequeños ruidos se cuelan en estos momentos, de sillas al moverse, de hojas que se pisan, de pasos sobre el pavimento… 

En cuanto a la música, la única que se oye en toda la película es la de la charanga en la que toca el hermano de Moncho. La secuencia de la visita al pueblo vecino, en la que éste descubre el amor en la figura de la mujer del vecino embrutecido, tiene entidad propia y contribuye a aligerar el tono del relato, que corría el riesgo de derivar hacia un tono excesivamente sombrío.