¿Cómo
evolucionó el estilo de Velázquez, desde aquellos primeros cuadros
en Sevilla, hasta que se decide a partir para Italia?
He escogido para realizar este análisis comparativo los siguientes
cuadros de Velázquez:
Vieja friendo huevos (1618)
El aguador de Sevilla (1620)
El triunfo de Baco (1628-1629)
Primer viaje a Italia (1629)
La fragua de Vulcano (1630)
Las dos primeras obras corresponderían a la etapa sevillana del
autor. En la primera de ellas, Vieja friendo huevos (1618)
observamos un gusto exquisito en la representación de los objetos
del natural, una atención centrada sobre todo en el dibujo preciso,
en las calidades y texturas de los materiales. Casi cabría hablar de
esta obra como de un bodegón con personajes, pues el interés se
centra fundamentalmente en los objetos materiales, sin desdeñar por
ello el retrato. El capazo, los brillos del almirez o de los otros
cacharros para cocinar, la superficie de la loza, las transparencias
de los huevos, la sombra del cuchillo... atrapan nuestra atención
como espectador, deleitándonos en cada uno de esos detalles. Ese
naturalismo lo consigue utilizando un claroscuro muy contrastado, con
una luz focalizada en los objetos del primer plano y un fondo
oscurecido.
En El aguador de Sevilla (1620) observamos una técnica
semejante, un claroscuro muy acentuado para destacar los volúmenes y
calidades de los elementos representados. Aquí la atención se
centra, a diferencia de la obra anterior, en pocos objetos y rasgos:
la copa de agua y el rostro del aguador. De nuevo, luces y sombras y
el dibujo preciso de estos elementos permiten a Velázquez
representar fielmente los modelos naturales y focalizar nuestra
mirada.
El triunfo de Baco (1628-1629) la calificaría como una obra
de transición, igualmente magnífica. Advertimos continuidades y
cambios en ella. Así, la parte derecha de l cuadro según lo
miramos, nos recuerda su etapa sevillana, con el retrato de
personajes humildes, con un retrato que suponemos fidelísimo al
modelo natural,, que refleja rasgos y actitudes que manifiestan un
profundo y atento observador, además de extraordinario artista. Los
colores nos recuerdan también a las obras reseñadas anteriormente.
La parte izquierda, por el contrario, casi parece un cuadro
diferente, Frente al naturalismo y el detalle de la parte derecha,
aquí la composición se resuelve de una manera más fluida, sobre
todo en los personaje que acompañan a la divinidad, casi esbozados.
La figura central del dios, intensamente iluminada, comparte el
protagonismo con el rostro del borracho que nos interpela con la
mirada. Por último, el fondo revela un paisaje que contribuye a
abrir el espacio, pero lejos aún del protagonismo que alcanzará en
etapas ulteriores.
La fragua de Vulcano (1630) realizada durante su viaje a
Italia marca un punto de inflexión en la producción de Velázquez.
Advertimos en esta obra un estudio destacado de la anatomía humana,
que constituye el motivo fundamental de este trabajo, fruto
seguramente de su atento estudio de las esculturas clásicas y de los
pintores renacentistas italianos. Además la composición resulta
aquí mucho más compleja que en los casos anteriores, con la
superposición de planos, la introducción de la perspectiva, los
elementos estructurantes de la arquitectura y la disposición de los
personajes en el cuadro. Queda lejos el tenebrismo de los primeros
cuadros analizados.