Sant Joan d’Alacant
Invierno-Primavera 2107
Cruje la escarcha bajo las botas. No tardará en llegar el deshielo y pequeños regueros de agua fría volverán a descender graciosos las montañas sorteando hierbas y matojos, despertando la vida subterránea. Se adivina la primavera.
Esta vez la arroyada se presiente caudalosa, y si las crecidas nilóticas fertilizaban hasta el propio desierto, así los narradores de esta temporada no dejarán rincón sin anegar: desde los institutos a los centros de mayores, desde los hospitales a las escuelas de infantil, mercados, plazas, aulas, salones, se llenarán de voces, de cantos, de rebuznos si es preciso.
¡Hijos de Homero!, ¿de qué fuentes bebisteis?, ¿qué divinidades susurraron en vuestros oídos las historias que hoy nos traéis? Dejadnos penetrar vuestros secretos, meced nuestros anhelos, calmad nuestros corazones inquietos, abridnos las puertas del cielo… o del averno, allá cada uno con sus gustos, que nosotros no somos tan tiquismiquis como Ulises y estamos bien dispuestos a quedarnos prisioneros en Ogigia, atrapados por un lazo de luna.
“¡Son los libros, majadero!”, brama el ciego romancero, mientras me asesta un sonoro capón. Libros, libres. ¡Qué asociación tan burda, pero qué potente! Y ya que estamos en plan teológico, aquí va mi particular panteón, aviso para navegantes: Roberto Arlt, Julio Ramón Ribeyro, Horacio Quiroga, Pere Calders, Italo Calvino, Leonardo Sciascia, Dino Buzzatti, Guy de Maupassant, Edgar A. Poe, Raymond Carver, Saki, lord Dunsany, Roald Dahl... No están todos, pero ya nos vale como aperitivo, postre o sazón.
