dimarts, 6 de desembre del 2016

Pelando la alcachofa

Paco Roca nos ha obsequiado –porque de un regalo se trata, sin duda- con una nueva novela gráfica que nos ayuda a reconciliarnos con nosotros mismos, los humanos como especie. “La casa” es el título de este nuevo psicodrama en viñetas que pone en solfa algunas de las certidumbres que nos acogotan cotidianamente, esas costras duras que se enquistan en la piel y que nos marcan el acontecer del día a día.

Todo el mundo sabe, -o padece sin saber- que las relaciones familiares, pese al buenismo instalado en ciertos sectores, son un infierno en el que se dilucidan algunas de las batallas más cruentas que pueda vivir un ser humano. Escenario de traumas infantiles, de odios enconados, de actitudes mezquinas y ruindades sin fin, también lo es de amores incondicionales y sacrificios heroicos, de secretos inconfesados, de silencios incomprendidos,,,

“La casa” cuenta el regreso de tres hermanos a la vivienda familiar tras la muerte del padre, con el que han vivido relaciones tormentosas, cada uno a su manera. Mientras van ordenando los artilugios del padre, van pelando la alcachofa de la memoria, desechando las hojas duras que habían anquilosado las relaciones familiares, hasta llegar al cogollo, al corazón tierno, ese lugar recóndito donde se guardan los momentos entrañables –una manguera arrinconada, una vieja foto, un juguete roto…-.

Paco Roca en “La casa”, como antes hiciera en “Arrugas” (Premio Nacional del Cómic, 2008), es un ejemplo de cómo las imágenes –y la sensibilidad del autor, obviamente- pueden comunicar algo tan difícil como es la decepción, la rendición, el paso del tiempo. La sucesión de viñetas, sin texto alguno, resultan magistrales y Paco Roca es un genio. Basta con mirar la primera página de la novela para saber de qué estamos hablando. Toda una página, doce viñetas sin palabras, que, a modo de prólogo, sientan las bases de lo que será la novela.

En definitiva, esta singular obra es un particular ejercicio de memoria que, como “Pelando la cebolla” de Günter Grass, tendremos que hacer tarde o temprano todas las personas, un revisionismo del quehacer de nuestros antepasados, un rendimiento de cuentas con nosotros mismos, un cuaderno de bitácora para las generaciones futuras. Un ejercicio altamente recomendable, sin duda. Y no es coña, que la alcachofa, para mí, es un plato exquisito.