Sísifo fue condenado a empujar una roca hasta la cima de la montaña, pero la roca rodaba ladera abajo una y otra vez, debiendo por ello recomenzar la tarea, indefinidamente. Y esta pena le fue impuesta por desvelar los secretos de los dioses, por dejar al descubierto los turbios asuntos que se traían entre manos, amparados en la impunidad de sus actos.
De la misma manera, hoy, los maestros nos vemos abocados, cuales Sísifos post-modernos, a revisar el currículo por enésima vez, con la convicción de que no tardará en ser modificado, ampliado o sustituido, y deberemos, entonces, reiniciar la tarea, indefinidamente.
Y esta pena nos ha sido impuesta por la memez de los políticos de turno, incapaces de ponerse de acuerdo sobre unos mínimos, por hacer de la educación un campo de batalla ideológico de vuelo corto y bajo, gallináceo. Y así, como palo de gallinero, nos sentimos los que trabajamos en esto de la educación, bien enmerdados por las sucesivas y continuas excrecencias de los mindundis -perdón, ministros-, y sus secuaces.
La LOMCE esconde bajo una apariencia inane intereses espurios. ¿Quién puede creer que la escuela pública puede captar recursos complementarios, digamos donaciones de empresas privadas o patrocinios de bancos y supermercados? ¿Optatividad de la religión hasta por tres veces: 1. como asignatura específica del grupo A; 2. como específica del grupo B; 3. como asignatura de libre configuración autonómica, si se tercia? ¿Inducir el espíritu empresarial? ¿Esto no es ideología? ¿Colocar el espíritu empresarial al mismo nivel que valores como libertad, igualdad, equidad, solidaridad? ¿Hacer creer a nuestros alumnos que los únicos responsables de su situación son ellos mismos, que no hay condicionantes externos? ¿Y toda esa insistencia con las víctimas del terrorismo, sin hacer mención alguna del terrorismo -acciones que infunden terror- que supone un desahucio por un banco con cifras millonarias de beneficios, o una pérdida de empleo a los 50 años por el cierre de una empresa con beneficios que aduce descenso de ganancias?
Sólo nos cabe esperar que esta historia acabe como la de Sísifo, convertida en una pura leyenda o en un cuento de terror para entretener las tardes de nuestros nietos. A no tardar mucho, espero, que el tiempo corre que se las pela.