La última película de Martin Scorsese, El lobo de Wall Street, es, sin duda, una obra maestra. Desde un punto de vista cinematográfico lo es, pero este análisis queda para los expertos. Son muchas las secuencias e imágenes que permanecen en la memoria durante largo tiempo tras el visionado de la película: picados hitchcockianos (Encadenados) como el del arresto del protagonista por el FBI, contrapicados orsonianos (Citizen K) como el de la oficina, cortes -cortinillas, fundidos...-, interpelaciones al espectador, voz en off, saltos temporales, ritmo trepidante, primeros planos, travellings de seguimiento al protagonista, zooms, psicodelia...
Yo quisiera, sin embargo, destacar, el tema, completamente de actualidad, porque se trata ni más ni menos que de las causas que nos han llevado a la situación que estamos padeciendo en estos momentos. De aquellos polvos, estos lodos. De la tierra de las oportunidades, la de la ambición sin límite, la del self-made man a costa de lo que sea y de quien sea, nos llega un modelo de sociedad, en gran parte a través de la pantalla, que nos ha seducido hasta el punto de hacernos partícipes del "sueño americano". No haré un resumen de la película, que otros lo hacen mucho mejor y son infinitas las páginas donde se pueden encontrar reseñas de la película.
Me encantó, sobre todo, el tono. Nada panfletario, nada moralista. El tono desenfadado, jocoso incluso, acaba por hacer más amarga la realidad que retrata. Cuatro desalmados, ni siquiera inteligentes, que necesitan recurrir a paraísos artificiales porque, de otro modo, "se aburren", son los pergeñadores de toda esta crisis. La conclusión, sin embargo, no es nada complaciente. Un público ansioso por convertirse en el próximo lobo -rata, más bien- y que no se arredra ni escarmienta ni aunque sus idolatrados mangantes acaben en la cárcel. Un público, sí, entre los que nos contamos los presentes, redactor y lectores de este blog. Las imágenes últimas, con la audiencia rendida al chorizo criminal reconvertido en coaching de escuelas de negocios, son devastadoras.
Cuanto más trágico resulta todo esto en un país como el nuestro, donde no hay quien meta a uno solo de estos hideputas entre rejas. Y si así, por un casual ocurriese, no se preocupen, que un gobierno, popular o socialista no importa, se encargará de indultarlo.