Aparte de ser la víspera de mi cumpleaños y el santo de las pilaricas, cada doce de octubre se conmemora en mi caso, que no se celebra, el inicio de la conquista de América por los españoles. Tampoco vamos a rasgarnos la vestiduras por un hecho que, por otra parte, constituye la tónica general de la historia de la humanidad, véase, aprovecharse del vecino para llenar las arcas y las despensas. Y, si el vecino no se deja, pues se busca un poco más allá, aunque sea en las antípodas, si se tercia.
Pero de ahí a convertir un acontecimiento infausto que provocó la muerte de centenares de miles de personas en la fiesta del orgullo nacional, creo que todos coincidiremos en que es un disparate mayúsculo. Y si la iglesia católica pidió perdón por condenar a Galileo, y si el gobierno de los USA se retractó del exterminio cometido sobre sus indios (¿o no lo hizo?), ya va siendo hora de que el gobierno español haga lo propio con los estados hispanoamericanos (¿o ya lo ha hecho?).
Para recordar estos hechos qué mejor que revisar algunos de los pasajes de Las venas abiertas de América Latina, de Eduardo Galeno, obra impecablemente escrita y, aunque criticada por los de siempre por parcial y apasionada, nunca ha sido superada, al menos hasta donde alcanza mi conocimiento, que es poco.Y si alguien tiene ánimo y tragaderas para entrar en detalles puede continuar con la Brevísima relación de la destrucción de las Indias, de fray Bartolomé de Las Casas.