dijous, 9 d’abril del 2020

Principios de siglos



En el ámbito del arte, ¿son comparables el principio el siglo XX y el del siglo XXI? Evidentemente, siempre podemos comparar dos situaciones. Y al hacerlo, en este caso, advertimos algunas similitudes y muchas diferencias. En cuanto a estas, son, como digo, muchas y notables. Los avances científicos y tecnológicos actuales -big data, redes sociales, Internet, globalización, inteligencia artificial, ingeniería genética, robótica...- han acelerado cambios globales en la vida cotidiana de la gente, de una inmensa mayoría de la gente. Y esta es una de las grandes diferencias, a mi modo de ver. 

Los nuevos paradigmas surgidos en los albores del siglo XX cambiaron gradual y parcialmente la vida de la sociedad mundial, aunque acabarían haciéndolo totalmente a lo largo del siglo, sobre todo en lo relativo a los nuevos medios de transporte y comunicación. Otros cambios, tales como los ocurridos en el ámbito de las ciencias y en el de la cultura en general y del arte en particular, apenas tuvieron consecuencias inmediatas en el conjunto de la sociedad, reduciendo su influencia en mayor medida a las élites urbanas. 


Algunas innovaciones, como la fotografía y el cine, tuvieron hondas repercusiones en las artes tradicionales, sobre todo, en la pintura. Ya no cabía la reproducción fidedigna, realista, del objeto percibido. Estos dos nuevos medios eran más precisos en esa reproducción (o recreación, más bien). El arte debía buscar nuevos caminos expresivos y, en efecto, los encontró, como el cubismo, el dadaísmo, el futurismo y otros movimientos vanguardistas. También aquellas mismas tecnologías fueron capaces de crear realizaciones artísticas, y así, algunas  de sus manifestaciones tenían más vocación de arte que de documento gráfico -Man Ray, Méliés, cine mudo...-. 


Por contra, los cambios de paradigma científicos -teoría de la relatividad, mecánica cuántica...- pudieron orientar ciertas manifestaciones artísticas, pero no con el grado de trascendencia  que supusieron los cambios en otras disciplinas como las teorías de Freud i del psicoanálisis, tan importantes en la literatura y en el arte.


Sin embargo, en la actualidad, los cambios acaecidos recientemente sí tienen una trascendencia crucial en el conjunto de la sociedad. Existe, por decirlo de alguna manera, una "democratización" de los cambios actuales, en el sentido de que prácticamente todas las personas tienen acceso o son afectadas por ellos, aunque , por otro lado, en pocos casos se tiene un control efectivo sobre los mismos, lo cual repudiaría ese supuesto carácter "democratizador".


Por lo que a mí respecta, no me atrevo a aventurar los derroteros artísticos que puedan desarrollar los nuevos cambios tecnológicos, científicos y culturales. Aprecio un mayor acceso a los medios, una mayor difusión de las creaciones, la posibilidad de convertirse uno mismo en realizador... pero creo que, a día de hoy, no se ha producido un cambio de paradigma cultural -ni en la música, ni en la literatura, ni en el arte, en general-, tan solo una continuidad de paradigmas anteriores expresándose a través de los nuevos medios. Incluso, diría más, esa "democratización" de la que hablaba antes, puede haber intensificado una tendencia a refugiarse en "valores artísticos seguros" (entiéndase esto con ironía), como vemos en el cine, en la televisión, en la música...

Por último, y como similitud, destacaría la incertidumbre, la sensación de vértigo por la velocidad de los cambios -también económicos o medioambientales-, la angustia que ello pueda producir en ciertos sectores de la sociedad y que pueda mover a mucha gente a buscar refugio no solo en valores artísticos "seguros", como decía antes, sino en valores políticos tradicionales, cuando no abiertamente reaccionarios.



Cuando decía que las innovaciones actuales y los consecuentes cambios en la vida de las personas afectan a "toda la gente" no pretendía decir, ni mucho menos, que todos, ni siquiera la mayoría de la gente, se beneficien de ellas. Probablemente, muchos padezcan los efectos de esas innovaciones, pero lo que sí creo es que las consecuencias alcanzan al conjunto de la sociedad global, desde luego en mayor medida que lo pudieron hacer las novedades de hace un siglo. Así, muchos vivirán los efectos de la globalización -económica, tecnológica, medioambiental, cultural...- trabajando en las minas de coltán del Congo, sobrexplotados en una fábrica textil de Bangladesh, reciclando baterías de litio a orillas del Ganges, sometidos a la vigilancia del Gran Hermano chino, padeciendo la sequía provocada por el cambio climático, guiando el ganado haciendo uso de un GPS, bebiendo Coca-Cola o viendo los partidos de fútbol de Messi, Ronaldo y compañía.

En cualquier caso, lo que pongo en duda es que la ruptura epistemológica y paradigmática que supusieron la relatividad, la mecánica cuántica, el psicoanálisis, las vanguardias artísticas a principios del siglo XX... pueda repetirse en el momento actual. No, al menos por ahora. Es más, concretamente en materia cultural, creo advertir un cierto revival de fórmulas antiguas, en la música, en la narrativa, o, como mucho, la hibridación de géneros tradicionales y contemporáneos facilitada por la intertextualidad y las plataformas digitales.

Tal vez, en un futuro no demasiado lejano, la robótica, la ingeniería genética, la inteligencia artificial... nos harán replantearnos nuestra sociedad, nuestra forma de gobernarnos, incluso nuestra propia condición como seres humanos. Pero, eso, está por llegar.

¿Por qué en París?


Podríamos decir que se creó lo que los economistas llaman un cluster de conocimiento, la concentración agregada y espacial de entidades, personas e instituciones que estimulaban la competitividad, la creatividad, la emulación. El hecho de que tendencias artísticas como el impresionismo o el fauvismo, una novedad en su momento, se hubiesen desarrollado en gran medida en París; la celebración de exposiciones universales a las que acudían un número ingente de personas atraídas por las novedades en todos los ámbitos; un mercado potencial enorme comparado con los de otras ciudades... era, sin duda, un foco de atracción ineludible para todos aquellos artistas que anduviesen en busca de un nuevo lenguaje.

Esa interlocución constante entre artistas en busca de nuevos códigos, público expectante ante las innovaciones, e instituciones dispuestas a invertir en arte, estimuló la experimentación, como hemos visto, por ejemplo, con la cantidad ingente de pruebas y esbozos que Picasso realizó antes de concluir el cuadro Les demoiselles d'Avignon. Seguramente muchas de esas experimentaciones acabaron en vías muertas y, otras, por el contrario, lograron, si no el éxito comercial en aquel momento, sí un eco y una trascendencia artística que acabarían cuajando en movimientos artísticos como el que nos ocupa.


Queda por dilucidar con exactitud cuál es la clave a la pregunta  de por qué París y no Londres, Viena o... Barcelona, ciudades que también vivían una cierta inquietud artística. Creo que una respuesta más precisa exigiría un estudio pormenorizado -que seguramente existe- del mercado del arte . En última instancia, el artista para seguir realizando su proyecto, necesita vender sus obras.

¿Fue revolucionario incluir letras y palabras estarcidas en los cuadros?

El carácter revolucionario, en el sentido de apertura a nuevas formas de representación, viene determinado, a mi modo de ver, por la incorporación al cuadro de elementos que hasta entonces le eran ajenos. El dibujo y el color dejan de ser los componentes privilegiados de la pintura para incorporar elementos propios de otros lenguajes, dando lugar a una hibridación de códigos que tendrá un largo recorrido a lo largo del siglo, como se ha apuntado en distintos comentarios.