Este es un concepto creado y definido por Pierre Bourdieu, sociólogo francés que iniciío y lideró una escuela de pensamiento en el país vecino. A falta de una lectura directa de su obra y basándome en referencias de otros autores, me apropio el concepto y lo utilizo para una disquisición personal.
Existen una serie de indicadores sociales y culturales de clase que son utilizados conscientemente para marcar las diferencias respecto de las clases inferiores, lo que se conoce como « buenas maneras » o « el buen gusto ». No responden exactamente a la capacidad de compra de los individuos que hacen gala de ellos, ni a sus recursos económicos efectivos, ni siquiera a una inopinada afición a la « alta cultura », sino a la voluntad de ubicarse en un espacio de privilegio dentro de la jerarquía social que les permita ser reconocidos como miembros de la clase poderosa.
Pero no hay que excederse en la manifestación de esas acciones o se corre el riesgo de caer en una petulancia vacía o en un snobismo que nos desemascara. Hay que hablar en un tono mesurado, no manifestar alteraciones de ánimo ante situaciones conflictivas, mostrar interés por lo que dice el otro aunque nos importe lo que un pimiento morrón, vestir de forma discreta con un pequeño toque de calidad -un broche, un reloj, un bolso-, nada excesivamente llamativo. Hay marcas que suponen toda una declaración de intenciones : el polo Lacoste, náuticos y el suéter Fred Perry son un clásico del meapilerismo más rancio. (Aquí me meto dos dedos en la garganta y vomito). Eso sí, ellos, pantalón largo, nada de chancletas, manga larga y chaqueta hasta en verano.
Leer continúa siendo una acción de prestigio aunque se encuentre en trance de recesión, por el alto coste en tiempo y esfuerzo que supone. En todo caso, hacer referencia a algún libro de un autor marginal pero no desconocido, o de un clásico reciente, tipo Bolaño, Pynchon, Ribeyro, Sanchéz Ferlosio... es garantía de reconocimiento, y éstos dentro del ámbito del centro-izquierda. A los de la derechona les gusta más los panfletos de los innombrables. Les gusta la música clásica, pero no cualquier cosa, nada de valses y polkas, preferiblemente la ópera -Monteverdi siempre queda bien- y disfrutan del buen vino, perdón, del vino caro, porque a lo que les pones en la tesitura de descubrir por el gusto entre un Rioja, un Ribera del Duero o un caldo del Penedés, pocos hay que salgan airosos.
En cuanto a lo de los viajes, desde la proliferación de líneas low cost, han dejado de ser una seña de identidad. Viajar a Vietnam, el desierto de Atacama o a Vancouver está al alcance de cualquiera que sepa interpretar un mapa, y a veces ni eso. Por tanto, prefieren quedarse en casa, estacionarse en el yate de un amigo, buscar destinos extravagantes -un château en Francia, una isla privada en el Pacífico-.
Resumiendo : las chaquetas y las corbatas me producen sarpullidos.
Pierre Bourdeiu - Grand Oral
Pierre Bourdeiu - Grand Oral