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| Nada es lo que parece |
Con el paso del tiempo, lo que al principio eran brillos y oropeles, fueron mustiándose y la superficie lujosa se fue descascarillando dejando entrever una sustancia parduzca y sucia. Uñas rotas, un dobladillo descosido, un mechón rebelde, canas a la vista... Es más, desde hace ya unos meses, casi un año, cuando pasabas por el rellano donde ella vivía, se advertía un tufillo agrio, como de coles de Bruselas cocidas que, con el tiempo, se ha convertido en una pestilencia fétida, como de una huelga de basuras a la napolitana en pleno verano. Desde hace unas semanas, cada vez se la veía menos, cuando te cruzabas con ella, agachaba la cabeza, farfullaba cuatro palabras ininteligibles y se marchaba rápido, embutida en un vestido rojo de geisha que parecía un chorizo con patas, intentado evitarte. El saludo, antes alegre y cantarín, casi se había convertido en un rebuzno manchego, como los de Cospedal.
Hoy, Mariano, el bedel, me ha confirmado que la vecina se ha marchado definitivamente. Nunca supe su nombre. Mariano me lo ha dicho : Miss Chances. Yo también he vivido por encima de miss chances.
