Ciertamente se trata de un método peligroso, ése de hacer una película con tan poco que contar. Si lo que Cronenberg pretendía era relatar el proceso -por otra parte, archisabido- de desentendimiento entre Jung y Freud, tendría que haber adoptado un tono aún más discursivo, ahondar en el detalle de las teorías que uno y otro sostuvieron. Si, por el contrario, su intención era la de ligar un relato a tres bandas, con la inclusión de la figura femenina de Sabina Spielrein en pie de igualdad con la de los otros dos contendientes, y con el objetivo de destacar el papel que, a lo que parece, realmente jugó en la deriva téorica y personal de los pergeñadores del psicoanálisis, bueno, entonces debería haber descargado el relato del tono académico y haberse decantado por una trama más sugestiva y sin la ñoñez que desprenden algunas escenas. No se concibe un episodio de masoquismo tan recatado, pese a los pezones y corsés de la Knightley.
