dimecres, 7 de setembre del 2011

Hoy he tenido un sueño...

El hombre y la mujer están en casa, cada uno a sus cosas. Se cruzan en el pasillo. Ella acaba de salir de la ducha y va hacia el dormitorio envuelta en una toalla de baño morada que deja al descubierto los brazos, la curva del seno y la parte superior del torso. Gotas de agua brillan en sus hombros, como pequeñas perlas. Normalmente, se trata de una situación que a él le excita bastante. A veces, una caricia, una palabra acertada, una sonrisa, acaba con la toalla por el suelo y se hace necesaria una segunda ducha. Después de un amago de requiebro galante que no llega a formularse, de repente y sin saber por qué, el hombre se da cuenta de que algo raro ocurre. Mira el reloj del pasillo. Son las 23:47 y el Sol todavía no se ha puesto. Atraviesa inquieto el comedor donde su hijo mayor se halla instalado frente al televisor, ajeno a todo lo que no sea la pantalla. Se dirige a la terraza que mira a Levante. En efecto, todavía hay luz. Las montañas del fondo azulean, como en los atardeceres de invierno. Un viento recio hace traquetear el entramado de los toldos, con sacudidas violentas. Vuelve a entrar precipitadamente en la casa y se reúne con la mujer frente a la puerta de la cocina. Se miran, interrogándose en silencio. Se descubren mutuamente alarmados. Entran en la cocina y miran el Sol a través de la celosía de la galería. El Sol es más grande de lo habitual, casi ocupa todo el mirador. Un gran ojo naranja, palpitante. Cada vez es más grande. Se le nota crecer. El hombre coge la mano de la mujer para decirle que...