dimecres, 31 d’agost del 2011

Tirant en Polonia II

Tirant arribó a Polonia en la compañía del señor de Berenguer, antiguo senescal del marquesado de Valencia, condesito del Bacarot y regidor de la bailía del comercio en la bahía del Postiguet.

Mandaba el mentado una troupe multicolor de mercenarios baqueteados en mil batallas: sir Thomas, antiguo secretario de la Cámara, el más experimentado, conocedor de los secretos de la pequeña corte alicantina y de allende las tierras del norte ; dom Paco, tamborilero del rey, bufón y pendenciero ; el Abad, mamporrero de las caballerizas reales ; y Pedro Valdés, natural de Torreperogil, el más sagaz y fiel de los validos del señor de Berenguer, capaz de rebanarle el pescuezo al más pintado sin mover polvo ni remolino.

Al atardecer, pusieron pie en tierra los seis aguerridos trapisondistas, con el hábito negro de la Cámara y el emblema bermellón sobre el corazón, que hacían una temible estampa, cual antiguos cruzados, dispuestos a recuperar Polonia para la cristiandad bebiéndose hasta la última gota de la sangre de Cristo.

Las damas, otro tanto. Madama Cabi, prima del príncipe de San Vicente, conselleira del Comercio y ecónoma de su señorío ; Doña Elena Espinosa, quien hacía honor a su apellido zahiriendo las carnes  de monseñor Perico, el Abad ; Santa Rosana, custodia del pie de Francisco, su hijo, y penitente perpetua ; y María Antonia de Castro, la Perejila, gitanilla bailaora y afectada del baile de san Vito. Con ellas, sus respectivos vástagos : la Berenguela, el sobrino del Abad, el mencionado Francisco,  y Antoñito, aprendiz de alquimista.

Recibióles en el pretil del puente, maese Bartek, diplomático del reino polonés, quien habría de ejercer de guía, intermediario y traductor, pues la lengua del reino era parida del mismo diablo, herencia de la vencida Babylon. Se acomodaron todos en un carromato tirado por un centenar de caballos y se aprestaron a dirigirse a su primera morada, un humilde caserío a la vista de la cara norte de los Sudetes. Allí fueron festejados con un banquete de colesterol en estado puro : chuletas, morcillas, chorizos, pancetas, longanizas, rellenos, tocinos... Un trompetista amenazaba con acelerar la natural indigestión. El secreto para evitar el presumible reventón les fue, entonces, revelado: ingerir cantidades desproporcionadas del licor que llaman vodka y que aquí adquiere tonalidades y sabores imprecisos.

Tirant, oculto el rostro por la noche más obscura, abjuraba de la tropa en silencio y se reafirmaba en el compromiso de salir idemne de tamaño despropósito. Juró regresar con las mismas libras con las que vino. No así los otros, quienes el día del regreso lamentaban la esfericidad de sus vientres, trasuntos de gestantes al cabo de su embarazo. Está fue la tónica y el gin del viaje: comer y beber hasta morir.

En los entreactos de cada festín hubo tiempo para visitar algunos lugares de la Baja Silesia: una iglesia vikinga, otra protestante, un palacio en el que los nazis excavaron túneles de uso desconocido, un parque natural fronterizo con Eslovaquia...

A los tres días, se dirigieron a Krákow-Cracovia, capital de la Pequeña Polonia, donde fueron alojados en el Hilton, junto al río Vistula. Bonita ciudad, bulliciosa en los aledaños de la plaza central, la más grande de Europa. (Y este afán por acaparar récords: la más grande, la más larga, la más antigua...¿ de dónde ha salido?). A destacar los hermosos patios interiores que salpican los inmuebles del centro y que acogen pequeños restaurantes con un encanto especial. Paseo en barca, paseo en carroza, paseo en globo, concierto de música clásica en la calle, en la iglesia de los apóstoles, en la catedral...

Visita a las ruinas del alma de Auschwitz-Birkenau. Tirant albergaba un gran recelo por temor a encontrarse con un parque temático en torno al Holocausto. Y algo de eso hay. Filas de rostros compungidos, conducidos en masa de un sitio a otro, sometidos a una estricta disciplina, no escrita, no proclamada, a lo sumo las instrucciones de la vigilante del campo, "vayan por la derecha", "miren aquí"... No eran los judíos, eran los turistas en peregrinación por el campo de exterminio.
Continuará (o no)