divendres, 11 de desembre del 2020

Pandemia política

La democracia burguesa se asentaba sobre la división de poderes como principio fundamental, de tal manera que cada uno de ellos desarrollaba una acción de control sobre los otros. Sin embargo, desde hace algunas décadas asistimos a una deriva hacia el despotismo según la cual el poder ejecutivo se sustrae a ese control. Empieza a gobernar a través de decretos-ley o recurre a estados de excepción cada vez más con frecuencia, con lo que la "excepcionalidad" pasa a convertirse en la "nueva normalidad". Una nueva normalidad que se traduce en limitaciones de movimiento, toques de queda o, en el grado más extremo, en el confinamiento. Esta circunstancia es difícilmente justificable, hasta el punto que ni los regímenes más totalitarios se atrevieron a hacer uso de ella de una manera continuada. Sin embargo, recientemente observamos que la nueva normalidad se ha instalado apelando primero a amenazas terroristas y, últimamente, a la bioseguridad. 

¿Cómo ha ocurrido esto? la naturaleza de las personas tiene una doble dimensión: una, fisiológica y otra, espiritual, social, cultural. Ambas dimensiones están inextricablemente unidas. Sin embargo, desde hace un tiempo asistimos a un intento de disociación de ambas dimensiones en aras de la preservación de un bien superior que sería la vida desnuda, el aspecto radicalmente biológico. Así, en las UCI se mantienen artificialmente con vida cuerpos que dejaron de conceptuarse como personas en tanto que la dimensión social ya desapareció.

Dado que la dimensión social es susceptible de interpretaciones y enfoques divergentes, resulta imposible recurrir a ella como fundamento de medidas restrictivas, sin caer en el más flagrante totalitarismo. No ocurre lo mismo con la dimensión fisiológica, avalada por el pensamiento único de la ciencia (o del discurso pseudocientífico), la nueva religión de los tiempos que corren, en cuyos altares se sacrifican libertades, alternativas. Solo la formación científica del ciudadano, permitirá separar el grano de la paja, permitirá distinguir lo que son medidas razonables o falsedades interesadas.