dilluns, 18 de maig del 2020

Velázquez sevillano y Velázquez italiano

¿Cómo evolucionó el estilo de Velázquez, desde aquellos primeros cuadros en Sevilla, hasta que se decide a partir para Italia?

He escogido para realizar este análisis comparativo los siguientes cuadros de Velázquez:

Vieja friendo huevos (1618)

El aguador de Sevilla (1620)

El triunfo de Baco (1628-1629)

Primer viaje a Italia (1629)

La fragua de Vulcano (1630)

Las dos primeras obras corresponderían a la etapa sevillana del autor. En la primera de ellas, Vieja friendo huevos (1618) observamos un gusto exquisito en la representación de los objetos del natural, una atención centrada sobre todo en el dibujo preciso, en las calidades y texturas de los materiales. Casi cabría hablar de esta obra como de un bodegón con personajes, pues el interés se centra fundamentalmente en los objetos materiales, sin desdeñar por ello el retrato. El capazo, los brillos del almirez o de los otros cacharros para cocinar, la superficie de la loza, las transparencias de los huevos, la sombra del cuchillo... atrapan nuestra atención como espectador, deleitándonos en cada uno de esos detalles. Ese naturalismo lo consigue utilizando un claroscuro muy contrastado, con una luz focalizada en los objetos del primer plano y un fondo oscurecido.

En El aguador de Sevilla (1620) observamos una técnica semejante, un claroscuro muy acentuado para destacar los volúmenes y calidades de los elementos representados. Aquí la atención se centra, a diferencia de la obra anterior, en pocos objetos y rasgos: la copa de agua y el rostro del aguador. De nuevo, luces y sombras y el dibujo preciso de estos elementos permiten a Velázquez representar fielmente los modelos naturales y focalizar nuestra mirada.

El triunfo de Baco (1628-1629) la calificaría como una obra de transición, igualmente magnífica. Advertimos continuidades y cambios en ella. Así, la parte derecha de l cuadro según lo miramos, nos recuerda su etapa sevillana, con el retrato de personajes humildes, con un retrato que suponemos fidelísimo al modelo natural,, que refleja rasgos y actitudes que manifiestan un profundo y atento observador, además de extraordinario artista. Los colores nos recuerdan también a las obras reseñadas anteriormente. La parte izquierda, por el contrario, casi parece un cuadro diferente, Frente al naturalismo y el detalle de la parte derecha, aquí la composición se resuelve de una manera más fluida, sobre todo en los personaje que acompañan a la divinidad, casi esbozados. La figura central del dios, intensamente iluminada, comparte el protagonismo con el rostro del borracho que nos interpela con la mirada. Por último, el fondo revela un paisaje que contribuye a abrir el espacio, pero lejos aún del protagonismo que alcanzará en etapas ulteriores.

La fragua de Vulcano (1630) realizada durante su viaje a Italia marca un punto de inflexión en la producción de Velázquez. Advertimos en esta obra un estudio destacado de la anatomía humana, que constituye el motivo fundamental de este trabajo, fruto seguramente de su atento estudio de las esculturas clásicas y de los pintores renacentistas italianos. Además la composición resulta aquí mucho más compleja que en los casos anteriores, con la superposición de planos, la introducción de la perspectiva, los elementos estructurantes de la arquitectura y la disposición de los personajes en el cuadro. Queda lejos el tenebrismo de los primeros cuadros analizados.